Martha Stewart es la emperatriz de lo hecho a mano. La maldita ama de la cocina y las manualidades. La amo y la odio. No la soporto, pero puedo pasar fácilmente 45 minutos recorriendo su sitio web. Ha llegado el momento de tomar una decisión: ¿ser su amiga o su enemiga?
Razones para amarla: Bueno, las cosas que hace son maravillosas. Ha ido adaptándose al tiempo y escapado airosamente de los muñecos de soft y bandejas de decoupage. Algo que a Utilísima todavía les cuesta. Su sitio web es exquisito, con colores agradables y fotografías hermosas. Sus proyectos son sencillos, fáciles de hacer, pero con un resultado impactante. Así, por tomar un ejemplo al azar: este collar con mostacillas de madera pintadas. Maravilloso.
Razones para odiarla: La tipa es una empresaria. Lo hace por el dinero. Las recetas de cocina, patrones y tutoriales no los hace ella, sino un grupo de explotados. Ella simplemente pone la firma, el pelo perfecto, las camisas bien planchadas. La imagen. El espectáculo. Martha Stewart es peligrosa, porque vende un estilo de vida. La vida de la perfección, de la mujer que tiene éxito en los negocios y luego llega a su casa a cocinar un pavo sin que se le mueva un pelo. Pero eso es una mentira.
Ella y su inmenso imperio despojan a las manualidades de lo que más debería importarnos: que nos permite hacerle el quite a la industria con algo hecho por nosotros. A ella no hay que adorarla. Tenemos que tenerle mala y descubrir que podemos hacer cosas mejores. Martha, nunca te amaré.