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El hermoso mito burgués de lo hecho a mano

04/06/2012 por Camila

Últimamente parece ser que lo hecho a mano no es más que una colección de lindos objetos rodeados de un aura de buenas intenciones, pero que resultan completamente funcionales al sistema que dicen oponerse.

Revaloración de lo hecho a mano: el sentido de esa frase se enreda cada vez más entre telas de colores, ferias de diseño y muñecos con motivos selk’nam. En la mayoría de los casos el retorno a lo hecho a mano no es más que una simple experiencia estética desprovista de cualquier profundidad histórica y política.

Insisto en la fetichización de la figura selk’nam,  que con sus colores, formas y líneas resulta tan interesantes para los diseñadores. Pero nadie cuestiona el exterminio que vivió este pueblo cuando los europeos quisieron apoderarse de sus tierras, por empezar con algo bien básico y que a todos podría llegar, por lo menos, a horrorizarles. Absurdamente, llevar al cuello un collar con un selk’nam haciendo un baile ritual se considera una reivindicación de la identidad nacional y se los vendemos con orgullo a los turistas del primer mundo.

No hay nada subversivo en revalorar lo hecho a mano cuando eso sólo significa hacer lo que la gente lleva años haciendo, pero según los parámetros del mercado actual. Es decir, tejer con colores flúor el pañito de crochet que la abuela ponía en el velador y colgarlo en un bastidor no es una expresion que suponga un nuevo lenguaje o un estilo de vida diferente.

Esa revaloración no pasa por una reflexión sobre cómo se hacen los objetos o lo que pasaría en nuestras vidas si decidiéramos hacer esas cosas que suelen hacer otros por nosotros, sino, precisamente, por su valor comercial. Entre quienes vendemos cosas hechas a mano es muy común escuchar quejas sobre cómo nos piden rebajas, siendo que en cualquier casa comercial compran algo fabricado industrialmente a un mayor precio. Es cierto, si alguien hace algo con su propio cuerpo, entonces debería recibir algo bueno por su trabajo. El problema está -además de situar su gracia exclusivamente en una transacción monetaria- en qué se considera como hecho a mano.

Y aquí hay algo que me molesta profundamente: el aburguesamiento de lo artesanal parece no comprender que absolutamente TODO está hecho a mano, aunque esté confeccionado en un taller de artista o en una enorme fábrica. Pero claro, los objetos industriales llegan a nosotros con su olorcito a nuevo y no pensamos qué ocurrió antes de que los viéramos por primera vez.

La crítica que los más acomodados defensores de lo hecho a mano hacen a los productos industriales no tienen que ver con las miserables condiciones de quienes los construyen, con lo nefasto del sistema económico o de lo estúpido que es darle nuestro dinero a una empresa que nos cobra 30 veces más de lo que gasta.  El problema que tienen con ello es que no es lo suficientemente exclusivo, porque no tienen nada más que los diferencie del resto que lo que pueden comprar. Lo hecho a mano te hace especial, porque caes en el encantador cuento de que estás comprando algo único y de paso, estas haciendo de la Tierra un lugar mejor al permitirle a creadores independientes que sigan produciendo.

Toda esa mística de lo hecho a mano estalla cuando ese producto además lleva una historia de algo que, más o menos, intuyes que es políticamente correcto. ¿Este chal lo tejieron unas mujeres aymara? ¡Qué bien me siento comprándolo!

Además, con qué cara se habla de lo hecho a mano cuando ese proceso se delega a otra persona. Son muchos los diseñadores que encargan a otros -generalmente a mujeres- que les cosan los vestidos o les tejan los chalecos. Y me resulta asqueroso que se defienda, por ejemplo, gastar mucho dinero en una materia prima de buena calidad pero que se haga todo lo posible por encontrar a la costurera o tejedora que pida menos plata.

O cuando ONGmente una agrupación reúne a unas cuantas mujeres (si son mapuche, mejor) y les «enseña» la técnica más adecuada para hacer productos, les dice cómo adaptar la antigua tradición al cuerpo de la «mujer moderna», qué colores la llevan esta temporada y qué es lo que le gusta al exquisito público europeo.  Todo en nombre del Comercio Justo, así con mayúsculas. Bueno, el comercio nunca será justo así como está, mucho menos cuando paternalistamente se intervienen grupos que de manera autónoma podrían crear lo que se les dé la gana.

Lamentablemente la moral burguesa -y la poca reflexión, un conocimiento histórico mínimo, la incapacidad de criticar y una visión política despreciable, aunque ni ellos la tienen muy clara- han convertido el concepto «hecho a mano» en nada más que cosas bonitas o algo entretenido para pasar el rato.

 

 

 

 

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Comentarios

  1. Debi dice

    04/06/2012 en 2:11 PM

    Me encanto Cami XD !!!!!!!

  2. Fran Bustamante dice

    04/06/2012 en 2:37 PM

    Algo relacionado con ese emburguesamiento sobre la visión de lo hecho a mano que me choca profundamente es la gente que viaja y cuenta como gracia los pesos que se ahorró después de un regateo para comprar algo vendido por el propio artesano. Si algo me ha dado el «hacer» es un profundo respeto por el trabajo y el tiempo de los artesanos. Imáginate tejer un simple canasto de mimbre, cuánto demoraría, como quedarían mis manos, cuántas horas para lograr uno decente.

  3. Pupol dice

    04/06/2012 en 2:42 PM

    Como molesta lo del muñequito selk’nam y el cuento de agrupar a tejedoras indígenas….grr…Saludos!

  4. sfer dice

    04/06/2012 en 2:56 PM

    Con dos cojones, sí señora!
    (Bueno, no sé si por allí también se usará la expresión…)

  5. montse llamas - artsandcats dice

    04/06/2012 en 4:04 PM

    Me parece una reflexión interesantísima. Esa idea del pensamiento políticamente correcto y el aburguesamiento de lo hecho a mano. Y, sobre todo, cómo nos haces pensar en la explotación comercial de lo hecho a mano a gran escala o, más bien, de las personas que trabajan en ello.

    En general, el mercado y la reflexión no suelen ir juntas…

    Acabo de aterrizar en este blog y no me he podido resistir a comentar en esta entrada. Ahora me voy a dar una vuelta por el resto!

  6. Camila dice

    05/06/2012 en 11:12 AM

    Exacto, dentro de lo artesanal existen dos clases: aquella a la que se le paga caro y a la que se le paga barato. Coincide que se le paga más al que tiene más dinero y que generalmente ha explotado a alguien para lograr el producto. El que tiene menos dinero, el que emplea mas tiempo, el que vive de esas creaciones y mantiene las tradiciones de su gente recibe menos. Es como una gracia comprarles baratos a ellos, es horrible.

  7. Camila dice

    05/06/2012 en 11:12 AM

    Grrrrr.

  8. Camila dice

    05/06/2012 en 11:13 AM

    No la usamos tal cual, pero se comprende perfectamente 🙂

  9. Camila dice

    05/06/2012 en 11:13 AM

    ¡Bienvenida!

  10. Samantha M dice

    05/07/2012 en 8:11 PM

    Amargadísima, y tarde, porque sólo descubrí este sitio cuando te ví por la tele (bueh…), tengo que decirte que lo que escribiste identifica completamente lo que pienso al respecto. Te felicito la pluma, porque yo hasta ahora no había logrado aclararme un discurso al respecto en mi cabeza; sólo sentía envidia, al andar por los ámbitos de la U de Chile (Sociales) contemplando a las niñas burguesas que se visten con lo top de lo top de lo artesa – chic – exclusivo – manufacturado; de pura resentida social, yo que suelo usar ropa de supermercado me he puesto a tejer mis chalecos para tratar de asemejarme al estrato aspiracional. ¡Sé que nunca lo lograré! ¡Buah!
    Reitero mis felicitaciones. ¡Excelente sitio!

  11. Alicia dice

    14/08/2012 en 7:01 PM

    Muy interesante este post. Si que la imagen naif y sin ningun tipo de mensaje de lo hecho a mano es preocupante. Quizá deberiamos aprovechar toda la atención que este fenomeno acapara en los medios para lanzar otros mensajes. No importa que sea exclusivo o no, sino que las personas que lo han hecho cobren su sueldo justo. Sea tradicional o moderno. Es una temática con muchas matices del que podriamos hablar mucho rato. Esta bien adaptar las tecnicas antiguas a los gustos actuales pero sin perder la tradición. Que haya dos caminos en todo caso que van de la mano. No conocía los selk’nam pero he mirado en google y soy muy fan.

  12. Camila dice

    14/08/2012 en 7:05 PM

    Exacto, deberíamos aprovechar que esto que hacemos atrae la atención de muchos. Y lo más importante es que esos muchos también descubran lo que pueden hacer con sus propias y así abrir varias posibilidades. ¡Cariños!

  13. juani dice

    27/08/2012 en 2:09 PM

    Me gusta mucho tejer y desde los 15 que agarro palillos y tejo para mi y los mios. Y siempre me ha molestado eso de «mirar en menos» lo hecho en casa.
    Desde chica veía a mi mamá con su máquina de coser tratando de ahorrar haciéndome casi toda la ropa y todo lo que necesitaba una casa. Regaló muchas bolsas para el pan, manteles y cortinas, porque rara vez podía vender su trabajo. Entonces lo que producía lo transformaba en el presente de cumpleaños para una amiga o en el regalo de navidad para una tía. ¿Vender y ganar dinero por su esfuerzo? ¡Ja!
    Los que hacen eso tienen que tener una autoestima altísima por lo que realizan para poder defenderse de todos/as los/as regateadores que buscan pagar lo menos posible por algo que se nota hecho por manos humanas y que se distinga de lo hecho a máquina, idénticos uno tras otro.
    Es cierto que ahora se valora lo natural, lo orgánico y el trabajo manual y se ha educado a muchos emprendedores con clases de administración… lo que falta es educar en el respeto hacia todos los que quieren compartir y entregar su trabajo y experiencia.
    Te felicito por este espacio, tan tuyo y tan abierto a todos.
    Que estés muy bien.
    Juani

  14. Camila dice

    27/08/2012 en 2:33 PM

    ¡Gracias, Juani!

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