Sobre el cuerpo se ha dicho mucho. Un concepto muy popular, ligado a la representación del cuerpo femenino en los medios de comunicación, me llama la atención: el de cuerpos reales, como si acaso existieran cuerpos falsos. El término habla de la diferencia entre los cuerpos femeninos delgados y demasiados perfectos con los otros de mujeres «comunes y corrientes». Si me parece curioso es porque creo que ambos conceptos están normados y lo que parece ser una crítica, en verdad es otra cara de la misma moneda: por un lado está el cuerpo de la mujer deseada sexualmente, que debe ser voluminosa en unas partes y muy poco en otras. En el otro, el que supuestamente es DE VERDAD, también hay un cuerpo femenino regido por ciertas normas: la mujer que debe amarse a sí misma sin importar cómo luce debido precisamente a su femeneidad. Porque ES mujer. Cuerpos llenos de curvas, que son deseables de otro modo y que además se relacionan con otros aspectos heteronormados como la maternidad.
La idea de los «cuerpos reales» no sale de teorías sobre género ni de pensamientos políticos sobre el cuerpo, sino de la publicidad. Como las mujeres de los comerciales de Dove, todas con diferentes cabellos, unas altas, otras bajas, nunca tan delgadas pero siempre, siempre con la piel perfecta y bonitas.
Cualquier cuerpo es real, sin importar qué tanto está sometido o resistiendo al patriarcado. Cualquier cuerpo siente, sufre, expresa una forma de vida y tiene una potencia.Por eso cuando se destaca el trabajo de la escultora Yulia Ustinova por representar cuerpos «de verdad» me parece patriarcal, pues dice, casi sin querer, que para que una sujeta asignada biopolíticamente como mujer sea considerada VERDADERA, debe vivir domésticamente, sin explorar la potencia de su cuerpo, disfrutar los placeres simples de la vida y tener tetas y poto.
A mí las esculturas de Yulia me gustan, pero no porque representen algo así como un ideal femenino apacible y sencillo, porque disfrutar eso es celebrar la opresión. Hay algo que me provoca recorrer esas figuras que no es el deseo por un cuerpo voluptuoso, pero sí tiene que ver con los volúmenes mismos de cada una de las piezas. Quizás porque estoy muy acostumbrada a tocar el tejido a crochet es que casi puedo sentir en las puntas de mis dedos sus texturas. O porque puedo ponerme en su lugar e imaginarme qué siente mientras las teje.
Samantha dice
Antes de leer lo que escribiste, vi las fotos y pensé: ¿por qué ella teje sólo mujeres (gorditas, aunque flacas da lo mismo, creo yo)? Tal vez sea una etapa, y luego le dé por los perritos, los caballos, lo que sea. Si fuera monotemática siempre, como reivindicando algo «de género» (por muy legítimo y «necesario» que sea), sería triste. ¿No crees?
Yo tengo un cuerpo real… jejeje
Camila dice
Por lo que ella misma ha dicho, teje esas figuras porque se inspira en su propio cuerpo. Después de todo, la cuerpa que una mejor llega a conocer es la propia 🙂