«¿Gladys? ¡Me importa una huea!»

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Todas en el mundo de las manualidades somos más o menos burguesas. Sobretodo si utilizamos términos como craft o DIY o pollera. Y si conoces a Maru Botana, eres especialmente burguesa. Como yo.

Maru Botana. Tan linda, tan rubia, tan buena cocinera. La vimos parir tantos hijos como pasteles sacaba del horno -che, Maru, sos una máquina de hacer bebés lindos- en televisión. Partimos viéndola en Utilísima, pero ese escenografía de la clase media era muy poco para ella. No, tenía que estar en el Gourmet, mostrando esa vida tan linda que tiene en su propio programa En casa, con Maru.

Tan genial es ella que incluso nos deja decirle Maru. Como si fuera nuestra amiga. Maru Botana.

Pero no es de esa piba de la que hablaré en esta oportunidad. Hoy le toca a Gladys, su nana. Sí, porque Maru Botana está tan segura de que su estilo de vida la lleva, de que su día a día es tan maravilloso, de que es tan linda y tiene una familia tan feliz, de que cocina taaaan rico, que no tiene ningún descaro en mostrar a su nana en la tele del mismo modo en que nos exhibe esos monstruosos refrigeradores que tiene en la cocina.

Gladys y Maru: lucha de clases

Glaaaadys, sacame el apio del refri. Glaaaaadys, linda, limpiame la mesada. Glaaaadys, mi Gladys, pasame la leche, nena.

Gladys es el mejor electrodoméstico de Maru. Con su pelito negro y liso, con su aséptico uniforme celeste, Gladys se pasea pasando el pañito por dónde Maru desata toda su creatividad. La mayor parte del programa se la lleva en el fondo, frente al lavaplatos, fregando y fregando una cantidad infinita de cucharas, ollas y bandejas sucias. ¿Qué pensará Gladys mientras friega? ¿Qué pensó cuando Maru le ofreció salir en televisión? ¿O hicieron un casting para escoger una chiquilla tranquila?

Y Maru, para demostrar que es tan buena onda y que se lleva bien con la empleada incluso la agarra de los hombros y le aprieta los cachetetes. Ese gesto patronal en que la señora siempre mantiene los brazos estirados, evitando que su torso entre en contacto con su contratada y hace un ruido como eeeeeewwwww, que no es un aaaawwww de ternura, sino un eeeewwww de esto es incómodo.

No sé por qué me extraña la presencia casi fantasmal de Gladys en ese programa. Todo el canal Gourmet apunta explícitamente a un modo de vida muy acomodado, donde las necesidades están lo suficientemente satisfechas como para buscar el sentido de la vida en preparaciones complicadas con productos gourmet. Pero todo lo feo de ese modo de vivir, como la inevitable explotación, no se ve.

Glaaadys, ponete en cuatro para darte en el culo con la sartén.

Cada programa está perfectamente montado para parecer perfecto.

La presencia de Gladys parece, en primera instancia, un error. Pero si se piensa bien, no es más que la consolidación de ese estado. No es que estén sincerándose al decir ya, sí, tengo una nana que me lava los platos y qué tanto. Están diciendo somos tan jodidamente superiores que nos importa un pepino con salmón ahumado que nos vean explotar a nuestros trabajadores en nuestras propias casas, porque tú también quieres esta vida.

Ya no basta con cocinar bien. Ahora es necesario tener una casa llena de hijos, con una cocina grande en la que siempre hay algo cocinándose en el horno, en la que las tardes se pasan en picnics o fiestas, en las que una siempre se ve bonita y en la que cada vez que nos demos vuelta aparecerá el tímido brazo de Gladys para limpiar el desorden que dejamos.

A mí me caía bien Maru cuando sólo cocinaba y tiraba tallas en un estudio de televisión feíto. Ahora es la enemiga.