El comercio justo* no es justo. Es una alternativa, pero no una resistencia. Es otra cara de la misma moneda: el capital. Si bien detrás del concepto hay un discurso de buenas intenciones (y en muchos casos esas intenciones sí son reales), no hace más que afianzar el despliegue del neoliberalismo al mercantilizar espacios que de otra forma podrían escapar de él.
*Me referiré exclusivamente a un modo de producción en el que una o varias personas con dinero montan una empresa que vende productos manufacturados por otros más pobres que ellos, pero cumplen con ciertos requisitos que describo en el siguiente párrafo. Las experiencias autogestionadas no son parte del concepto de comercio justo porque se basan en unas relaciones y formas de producir diferentes.
¿Qué es el comercio justo?
El comercio justo se basa en relaciones económicas entre productores y consumidores en las que se logra un acuerdo comercial equitativo que debe asegurar el bienestar social y económico de los productores, además del uso sustentable de los recursos naturales y la protección del medio ambiente.
Con esa descripción podemos decir que el comercio justo parece ser una alternativa, pero como la forma de las relaciones que establece entre las personas, la manera en que se entiende la naturaleza y cómo define que se reproduce materialmente la vida son las mismas del neoliberalismo, no se trata de una resistencia. El comercio justo se ampara en el mismo modelo que causa aquello que se considera nocivo: la explotación, las condiciones miserables del trabajo, los sueldos que no dejan vivir, la desigualdad, la destrucción y contaminación del aire, la tierra y el agua, y tanto más.
Para el comercio justo, lo económico es la forma esencial de relación entre las personas. La manera en que funciona las cosas. Lo normal. Los problemas de los que se queja le parecen económicos y no políticos. La economía ES la forma de política que plantea.
El comercio justo también es explotador
Suele entenderse como explotación a las malas condiciones laborales de los trabajadores. Si el empresario mantiene a 1000 personas encerradas en una fábrica llena de moho y que puede incendiarse en cualquier momento, es explotación. Si el lugar de trabajo es seguro, hay café gratis y pueden salir a fumarse un cigarrito, entonces no se considera como tal.
Pero la explotación tiene que ver con la forma en que el explotador obtiene sus riquezas. Y eso es a través de la apropiación de la plusvalía. Pecando de simple: toda mercancía requiere de un tiempo de trabajo para ser fabricada. El obrero «vende» ese tiempo al capitalista a cambio de un salario. Los productos, por otro lado, tienen su propio precio en el mercado. La diferencia entre el dinero que recauda la venta del producto y el que el trabajador recibe es la plusvalía y el empresario se apropia de ella.
Supongamos que una empresaria europea de comercio justo le pide a varias mujeres de una localidad rural de un país tercermundista que fabriquen cestas de paja para venderlas en Europa. Acuerdan que a las artesanas se les pagará 100 simoleones mensuales por su trabajo, el doble de lo que otras artesanas reciben en la región. La empresaria decide que lo más justo es cobrar 15 simoleones por cesta. Cada una de las artesanas logra hacer unas 20 cestas al mes y se venden todas, por lo que se recaudan 300 simoleones por trabajadora.
Las cesteras reciben sus 100 simoleones, pero hay 200 que sobran: eso es la plusvalía y es de la empresaria.
Por supuesto en el precio también se considera lo que cuesta producir, comercializar y publicitar los productos. No digo que todo el dinero va a parar a los bolsillos de los empresarios. Estoy hablando de un estereotipo, casi de una caricatura, y sé que todas las empresas de comercio justo funcionan de manera difeete. Pero aún así la empresaria se quedará con un dinero por la venta de unas cestas que no confeccionó, aunque no le alcance para hacerse millonaria. Y eso es explotación, a pesar de la buena intención de pagarle más a las trabajadoras.
Por lo tanto, llamar explotador a un empresario del comercio justo no es una ofensa, sino una realidad que se debe asumir si lo que se quiere es pensar en relaciones comerciales más justas.
El rico media por el pobre
El discurso del comercio justo se apoya en la idea de ofrecer a personas que no pueden acceder al mercado como otros la posibilidad de hacerlo. Las artesanas del ejemplo poseen la habilidad de confeccionar cestas hermosas, pero no tienen ni los conocimientos, ni los recursos, ni los contactos, ni su no sé qué, ni nada de nada que les permita vender los productos por su cuenta en Europa.
El pobre sólo puede ser mano de obra, porque no puede comercializar su trabajo del mismo modo en que lo hace el rico. El comercio justo mantiene al pobre sujeto al rico. No es capaz de eliminar la explotación porque depende de ella para funcionar y establece una relación paternalista entre explotador y explotado que no elimina la desigualdad, sólo intenta hacerla menos grosera.
La usurpación de la cultura
Generalmente el empresario interviene el trabajo del artesano, diciéndole qué y cómo debe producir para que tenga éxito en el mercado. En muchos proyectos de comercio justo el proceso creativo depende la empresa y no del obrero. Nuevamente quedan reducidos a mera mano de obra: no pueden plasmar su propia creatividad en lo que elaboran. Su trabajo es ajeno, como el de María Landó.
Algunas empresas dicen estar recuperando tradiciones e identidades culturales que fueron olvidadas, pero no reparan en el hecho violento que las destruyó. No saben que están siendo parte del extermino al transformar lo político en económico: no existe ninguna reivindicación o un intento de cambiar las condiciones que llevan al problema que identifican, sólo hay consumo. No se cuestiona, por ejemplo, por qué los indígenas son pobres. En cambio, se los obliga a participar en el mismo modelo que produce esa pobreza bajo la promesa de que ya no serán tan pobres.
Los símbolos han sido despojados de su discurso original y se absorbe de la cultura diferente sólo aquello que no pone en riesgo la propia. Los artesanos no pueden expresar nada que no quepa en las reglas del marketing. Si la única forma en que se adoptan ciertas expresiones culturales es al convertirlas en mercancías, no se puede hablar de recuperación, sino de usurpación.
Lo injusto del comercio justo
Bueno, se puede decir que un artesano que mercantiliza su trabajo a través de las prácticas del comercio justo recibe más dinero y trabaja en condiciones más cómodas que uno que no. Pero mientras exista explotación, también habrá poder y el comercio nunca podrá ser verdaderamente justo.
Una de las principales injusticias en las que se basa el comercio es la división entre trabajo manual a intelectual. Como si este último fuera más elevado que el primero y mereciera una retribución mayor. Se establece una relación vertical entre el que piensa el negocio y el que fabrica las mercancías. Y por muy buenas que sean las intenciones del primero y decida de buena fe que el segundo tiene el derecho a recibir más beneficios a cambio de su trabajo en comparación a lo que establece el mercado, es su intervención la que imposibilita que el artesano obtenga todo lo que puede de su trabajo.
El comercio justo es una de las maneras que tiene el neoliberalismo de expandirse, inhabilitando otras formas de organización y producción que se basen, por ejemplo, en prácticas de cooperación, igualitarias o autogestionadas en las que ninguna persona se apropia del trabajo del otro.
fuck the πὀλισ dice
Esta niñita se puso peligrosa: leyó a Marx. De ser así, los empresarios son simplemente burgueses, porque (aquí va otra frase pa la memística) la empresa es la cosificación de la metafísica del emprendimiento.
PD: La alienación del trabajo, decía el viejo cuando era joven, o sea en los Manuscritos Económico Filosóficos, no está determinada por el hecho de que al trabajador se le imponga un tipo de producción que no creó -cierta forma, color o técnica de las cestas- sino porque lo que María Landó produce no es de ella, es mercancía de la que se extraerá plusvalor. Por eso su trabajo es ajeno y ella misma es ajena de sí, porque sólo trabaja. Para el burgués, María Landó no es una persona sino producción objetiva, mano de obra, dinero, riqueza. Corta.
Camila dice
Sóoooolo trabaaaja. Y pues sí, claro que la alienación va más allá de la imposición de una forma de producción. Y en el caso del comercio justo, una de las formas más groseras en que María Landó deja de ser persona y se convierte en producción, es cuando se mercantiliza su propia miseria y se saca más plata del relato trágico de su vida. Fuck the cestas.